Cuando hablamos de PARENTALIDAD hacemos alusión al comportamiento de padres, madres o personas cuidadoras de un niño/a.
De forma más concreta, la PARENTALIDAD POSITIVA hace referencia a una crianza sin violencia que se fundamenta en el interés superior del niño/niña. Está dirigida al desarrollo integral y pleno de sus capacidades, pero estableciendo límites.
Al nacer, el contacto inicial con el mundo, se realiza con los padres/madres. Su influencia es clave, ya que los primeros cuidadores nos proporcionan uno de los aprendizajes más sólidos y duraderos, que guiarán con mucha fuerza nuestra vida. Por ello, es de gran importancia que los padres/madres sean conscientes de su rol y función acerca del cuidado físico, psicológico y social de los hijos y que esta influencia se produzca de forma adecuada.
La PARENTALIDAD POSITIVA busca reemplazar los modelos de crianza inadecuados (estilo autoritario, estilo permisivo, estilo negligente) por un enfoque basado en la educación, el diálogo y el respeto; que tiene en consideración los derechos de la infancia y de la adolescencia. Este modelo tiene en cuenta las necesidades de los niños que quedan perfectamente recogidos en la conocida Pirámide de Maslow.
Este modelo llamado democrático o autorizativo consiste en crear: a) una vinculación afectiva cálida y cariñosa con el niño, b) en la que exista una comunicación basada en la asertividad, el reconocimiento, la estimulación de las capacidades del niño y en su apoyo c) en que la “Escucha activa” juegue un papel fundamental d) se vaya aprendiendo de la propia relación padres-madres/hijos/as que se va forjando.
El modelo de crianza positivo implica generar un ambiente de seguridad en el que se expresen emociones abiertamente, se resuelvan conflictos sin violencia, existan límites y normas y que los niños participen en los procesos de toma de decisiones que atañen a la familia (lo que les hará sentirse escuchados y valorados).
En el caso de una ruptura familiar una PARENTALIDAD POSITIVA permite que el menor pueda comunicarse con ambos padres dado que esto fomentarán la relación del niño/a con el otro progenitor. Entre ellos hablarán con respeto.
La PARENTALIDAD POSITIVA se relaciona estrechamente con el desarrollo de la inteligencia emocional, ya que posibilita el reconocimiento e identificación de las propias emociones del niño (bajo el aprendizaje de sus cuidadores y en un ambiente de protección) aspecto que permitirá identificar las emociones ajenas y actuar de forma emocionalmente inteligente. Al mismo tiempo el menor adquiere herramientas efectivas que le van a permitir el enfrentamiento y abordaje de las dificultades y desafíos de la vida.
En conclusión, la repercusión más importante de una PARENTALIDAD POSITIVA es la creación en los niños de una buena autoestima (confianza y seguridad) que va a permitir un desarrollo integral de sus capacidades basado en su propio potencial.
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