En casos de ruptura y de divorcio, cada vez es más habitual, que nos encontremos con adolescentes entre 13 y 16 años que deciden no respetar el reparto de días entre sus padres, ya sea guarda exclusiva o compartida.
Estos movimientos, consistentes en querer pasar más tiempo en una casa, suelen coger por sorpresa al progenitor con el que el adolescente quiere reducir su estancia. Además, este padre o madre se plantea muchas dudas sobre qué es lo que le ha llevado a su hijo a tomar esta decisión y de si él mismo ha sido un buen padre/madre.
Después de años dedicados a evaluar y a asesorar a progenitores en temas post ruptura las causas más frecuentes detectadas en consulta que hacen referencia a este interrogante son las siguientes:
Existencia de una mayor afinidad con uno de sus progenitores.
Enfermedad, trastorno o abuso de sustancias en el núcleo habitual de convivencia.
No congeniar con la pareja o hijos (si los hubiese) de uno de sus núcleos familiares.
Ampliación de la familia en el núcleo no habitual de convivencia (Ej: nacimiento de un hermano….)
Pautas educativas más flexibles en uno de los hogares (permitir horarios amplios de salidas con amigos, jugar con el móvil …)
Promesas económicas y lúdicas por parte de uno de los adultos que incentivan un cambio de hogar.
Deseo de los menores de “justicia” e “igualdad” en las condiciones entre sus padres (“Si os quiero a los dos, ¿Por qué no puedo vivir con los dos?”, “Si hasta ahora he pasado más tiempo contigo, ahora me toca pasar más tiempo con él/ella”).
Algunos aspectos que pueden ayudar a los padres a entender la situación son los siguientes:
La mayoría de veces no existe un único motivo, sino una multi causalidad.
Sea cual sea el argumento y sea una decisión propia o inducida por un progenitor, supone un cambio y como la mayoría de cambios en un inicio genera miedo, dolor, inseguridad y rabia.
El traslado de una casa a la otra, a veces ocurre de forma tranquila y otras veces de forma inesperada, después de una discusión. El enfrentamiento en sí no suele ser la causa, aunque sí el desencadenante de la nueva situación.
Suele ocurrir en la adolescencia al ser en esta etapa vital cuando se gana en autonomía y en la capacidad para expresar lo que uno quiere.
Si esto os ocurre a vosotros algunas sugerencias son:
Mantened la calma. Que vuestro hijo pase más días en la otra casa no significa que no pase tiempo con vosotros o que no lo volváis a ver.
Sed cautos con las palabras que le dirigís a vuestro hijo, pues las emociones negativas pueden llevaros a que les digáis cosas de las que luego os arrepentiréis (Ej: “Si te vas, ¡No vuelvas!”).
Dejad una puerta abierta al adolescente por si en un futuro quiere volver (esto no implica debilidad).
Hablad entre vosotros, los padres, (en la medida de lo posible) para valorar si la decisión de vuestro hijo está o no justificada y si esta no es fruto de una decisión reflexiva o bien es inmadura.
Si la nueva organización se mantiene en el tiempo, mirad de reajustar lo antes posible las consecuencias derivadas de dicho cambio (logística, aspectos económicos y legales).
No olvidéis de que si existen hermanos se ha de tener en cuenta cómo repercute en ellos este movimiento familiar.
Sobre todo, mirad de consensuar las pautas educativas referentes al uso y tiempo que vuestro hijo va a dedicar a los móviles, ordenadores, y otros dispositivos.
En el caso de no saber cómo gestionarlo podéis siempre pedir un asesoramiento profesional. Y recordad que en cada movimiento existe también una parte positiva. Nuestro deber es reajustarnos a la vida y disfrutar de cada una de las etapas vitales.
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